domingo, 21 de septiembre de 2014

Impotencia democrática en los estados, proceso constituyente en la UE



(Apuntes y lecturas para las jornadas de Izquierda Abierta (20/9/14) sobre los retos en Europa)

Lluís Camprubí


El retorno de las rupturas, reformas y transformaciones.

El título de la sesión, planteando el dilema “ruptura o transformación en la UE”, me ha hecho recordar algunos de aquellos dilemas históricos (o disyuntivas estratégicas) sobre los que la izquierda ha estado debatiendo apasionadamente desde hace décadas. Ya hace tiempo fue el “reforma o revolución” y más recientemente, en nuestro entorno sobre la transición, fue el “reforma o ruptura”. Es interesante señalar la polisemia de ruptura, ya que mientras en la transición hacía referencia a la cualidad e intensidad del cambio, en la sesión de hoy entiendo que se señala ruptura en el sentido de reventar y despiezar (controladamente o no) el área política, económica y/o monetaria en la que estamos inseridos.

De todas formas, seguramente el dilema más vigente es el de “(eco)socialismo o barbarie”; y la disyuntiva si “en un solo país” el (eco)socialismo es posible, la pregunta que deberíamos intentar responder. Les anticipo que mi respuesta es no. Por lo tanto, descarto la ruptura de la UE y/o de la EuroZona (o UEM) como estrategia activa a seguir por parte de la izquierda transformadora. Apunto en formato titular algunas de las razones: la escala de la UE es un nivel desde el que al menos se puede intentar una harmonización de derechos y regular/domesticar el capitalismo globalizado, neoliberal y financiarizado en el que también estamos inseridos (y del que no se saldría en caso de vuelta al estado-nación y a la peseta); una vuelta a los estados-nación implica austeridad auto-impuesta y prácticas y normas basadas en la rebaja de estándares (fiscales, laborales, ambientales y regulatorios) como estrategia competitiva; poder regular un mercado interior implica disponer de un área político-democrática equivalente; y “salir del euro” tiene a) unos costes de transición muy grandes, b) en el corto y medio-plazo un impacto económico durísimo (recomiendo las ponencias de las jornadas de la revista SinPermiso al respecto [1] [2] o este artículo de A. Ramírez [3] ), c) unas derivadas políticas que nos alejan de cualquier profundización del área político-democrática de referencia y del área de solidaridad deseada, así como, aunque parezca superfluo, d) unas complejidades técnicas que en este caso no son menores y lo convierten –si se pretende hacer de forma controlada y democrática y con unos trade-offs asumibles- en una tarea cuasi imposible, como señala Eichengreen [4]. Recuerda recurrentemente un buen amigo que en casi todas las esferas de la vida no es lo mismo salir que no haber entrado.

Sin embargo, seguramente podemos estar de acuerdo que el diseño de la UE, el sesgo que impregna los tratados y la arquitectura institucional de la EuroZona favorecen la aplicación de políticas neoliberales, la incapacidad de respuesta frente a shocks asimétricos, y unas ayudas a los países miembros con dificultades de financiación basadas en una condicionalidad no definida en instituciones legitimadas democráticamente. Ser capaces de poder criticar las insuficiencias y perversidades del actual marco de la UE y la EZ, y sin embargo no proponer soluciones de repliegue nacional [5] (aunque estén apoyadas en el análisis compartido que así no podemos seguir), debería ser hoy la tarea política principal. 

Y plantear un horizonte de esperanza en el largo plazo basado en una soberanía popular a escala europea debería ser el motor para nuestra acción política. Todo esto me lleva a huir del dilema “ruptura o transformación” y plantearles un reenfoque basado en una propuesta secuencial y solapada (desde la asunción de la complejidad del reto). Así que cogiendo varias de las palabras fetiche aparecidas, les propongo que -conjuntamente y de forma tranquila en este y futuros encuentros de las fuerzas aquí representadas- podamos repensar el reto europeo en distintos estadios: a) cambios posibles con los actuales tratados; b) reforma de los tratados, que permita la aplicación de políticas alternativas a escala europea; c) transformación de las orientaciones políticas dominantes.


Pinceladas de contexto y tendencias

Aunque naveguemos en “uncharted waters”, y algunos apelen a aquello de los momentos de crisis “gramscianos”  (lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer) para insinuar un futuro más esperanzador, parece necesario intentar prever los escenarios más probables y las tendencias globales de hacia dónde nos dirigimos. Tanto por aquello de no generar frustraciones adicionales, como por diagnosticar con cierta precisión, como por lo de intentar adecuar propuesta, táctica y estrategia.

Todo apunta a una degradación (que no superación) del capitalismo, de la democracia representativa, de las condiciones de vida y del medio ambiente. Recomiendo en este sentido leer las recientes tribunas de Wolfgang Streeck sobre las perspectivas del capitalismo en su fase actual [6] y de la democracia representativa [7] . En la primera señala tres tendencias de fondo desde hace décadas que además se retroalimentan: la tendencia decreciente de los niveles de crecimiento económico, el aumento del endeudamiento público y privado, y el aumento de las desigualdades socioeconómicas.

Ciertamente el futuro no está escrito y depende de la acción colectiva y las correlaciones de fuerza, pero también conviene tener presente las barreras estructurales, dificultades y limitaciones para impulsar una reversión en un sentido de progreso de la involución generalizada en todas las esferas. Permítanme la inmodestia y el auto-bombo de auto-citarme un artículo reciente [8] en el que intentaba listar los obstáculos y fuerzas opuestas que a mi entender existen para aplicar en el corto plazo un programa de izquierdas en nuestro entorno (hecho que, sin embargo, es imprescindible y urgente). Telegráficamente serían: el aumento de la desigualdad política, los límites de la política monetaria, la regresividad creciente de las políticas fiscales, la hegemonía neoliberal, el destrozo de las organizaciones populares, la falta de un horizonte alternativo, la financiarización de la economía, el paro y la precariedad, el desplazamiento del poder hacia el ejecutivo y hacia agencias no democráticas, y la desconexión entre fuerzas políticas y “representados”. En este sentido también recomendar la lectura [9] del reciente libro de James K. Galbraith “The end of normal” dónde se sitúan algunos de los factores estructurales (energía y re-concentración del sistema financiero, entre otros) que hacen imposible tan siquiera volver sostenidamente a unos estándares económicos pre-crisis 2008 o menos aún de los años dorados (1945-1973).

Sin negar la importancia y potencia política de las utopías de recambio (en expresión de Marina Subirats) y de la ilusión (generalmente pivotando sobre aspectos post-materiales) como motor positivo, es de justicia entender sus límites e insuficiencias para transformar y mejorar las condiciones de vida de la gente. Por ello me limitaré a los aspectos que considero centrales para evitar la espiral de degradación en la que estamos inseridos. Sin abordar estos aspectos, un muy deseable cambio/recambio institucional de mayorías –especialmente en la escala estatal- puede verse al cabo de poco tiempo experimentando la frustración de no poder tirar adelante las mejoras en derechos, igualdad y bienestar prometidas. Es por esto que creo que la fuerza, la pasión y el empeño que ponemos en las discusiones sobre las superestructuras a escala estatal, también deberíamos empezar a ponerlas a escala europea.


Especificidades de la crisis en Europa: “O ecualización de marcos o barbarie”

Al analizar la situación socio-económica en Europa y sus impactos, creo que es importante no olvidar ninguno de estos 3 factores: Crisis económica, austeridad y contra-reformas estructurales [10]. Es la suma y las interacciones de los tres lo que nos ha llevado a la situación actual, excepcional, y que nos puede abocar a una tercera recesión con el agravante deflacionario.

Algunas pistas sobre la situación actual nos la da cómo se ha realizado la construcción europea en las últimas décadas: realizada bajo hegemonía neoliberal; bajo una lógica de intergubernamentalismo; con trasnsferencia de poder a agencias y organismos sin legitimación democrática directa; y con desajuste entre marcos.

 A parte de la hegemonía y orientación neoliberal (también dominante en España, no está de más recordarlo para prevenir coartadas replegacionistas), la principal causa y agravante de la especificidad de la crisis socio-económica en Europa y en los distintos países ha sido el disloque entre marcos o áreas geográficas:  a) la político-democrática (escala estado-nación; la UE no tiene una estructura de validación y legitimación democrática equiparable para los aspectos que han asumido de hecho algunas de sus instituciones); b) la monetaria (eurozona); c) la de integración económica (la UE más adjuntos); y d) la fiscal (hacienda y unión de transferencias a escala estatal; fijación de orientaciones en política fiscal por parte de conglomerados de “federalismo autoritario” tipo Troika). Las diferencias entre estas áreas (lo hagamos analizándolo a pares o las cuatro a la vez) es uno de los factores que nos puede ayudar a entender parte de la impotencia política que actualmente experimentamos.

A ello hay que añadirle cómo se ha realizado el proceso de integración europea (en expresión de Bickerton “de los estados-nación a los estados-miembro [11] ) con un diseño intergubernamental de toma de decisiones significativas dónde se vacía de contenido a las instituciones estatales y, al mismo tiempo, éstas se conviertan en sordas (intencionadamente o no) a las reivindicaciones populares. Esta desresponsabilización aparente es lo que hace la actual arquitectura institucional perfecta para la aplicación de la agenda de los sectores dominantes y a la vez letal para cualquier atisbo de ejercicio de soberanía popular y acción política a escala europea.

Los desajustes entre áreas es también lo que nos sitúa en la camisa de fuerza del trilema de Rodrik [12] entre área democrática estatal y área de integración económica europea. Planteaba Rodrik en un artículo reciente: In Europe, economic policy needs more democratic legitimacy, not less. This can be achieved either by significantly strengthening democratic deliberation and accountability at the EU level, or by increasing the autonomy of the member states to set economic policy. In other words, Europe faces a choice between more political union and less economic union. As long as it delays making the choice, democracy will suffer. Es decir, el dilema es mayor unión política o menor unión económica. Les indicaba al principio las consecuencias a mi entender regresivas del repliegue político nacional y de la salida de la UEM (y la incapacidad de construir un proyecto de democracia avanzada, justicia social y bienestar en un solo país), así que, a pesar de las dificultades y enormidad del proyecto, la apuesta a seguir debería ser profundizar en la unión política.

De central importancia es el disloque entre el área monetaria y el área política y el área de las haciendas. El diseño y mandato del BCE lo limitan para ejercer las funciones típicas de un Banco Central (teniendo en cuenta además la paradoja de la irresponsabilidad que sufre, según palabras de Martin Wolf “A central bank responsible to several governments is accountable to none”).

Es esta falta de una fiscalidad, sistema de transferencias y hacienda comunes la que no permite una respuesta  a los shocks asimétricos y que hayan estabilizadores (automáticos o no) que permitan inversiones según necesidad.

Este desajuste entre marcos permite también entender (que no compartir en su concreción) la petición muy extendida entre las sociedades “prestadoras” de querer tener control político sobre los créditos o transferencias a los países destinatarios.

Si ponemos atención a la fase de la crisis que se ha ido denominando como la de la “crisis de la deuda pública” podremos entender algunas claves. El aumento imparable de la prima de riesgo podía atribuirse a distintos factores (inter-relacionados entre si): unas perspectivas económicas en algunos países muy negativas, operaciones especulativas contra las deudas públicas basadas en un escenario de “pánico”, una “consolidación fiscal” que producía los efectos inversos a los que decía buscar (era y es evidente que la “austeridad expansiva” era un oxímoron con la intención real de estrangular a los servicios públicos), y especialmente a la incapacidad/bloqueo del/al BCE para que ejerciese cómo tal (prestamista de último recurso). Ha quedado bien demostrado que fue la intervención del BCE [13] (Draghi) la que revirtió esa tendencia. Algún otro día será interesante analizar los cambios entre la orientación de la era Trichet y la de Draghi, o los límites de la política monetaria en solitario, pero no es el tema de hoy. Lo relevante es entender que esa acción (que con unos marcos ecualizados y no tan secuestrados ideológicamente se hubiese producido o se hubiese dado por supuesta de inmediato) tuvo lugar después (no antes) de la aceptación de una condicionalidad (el pack de contrarreformas estructurales) agendadas e impuestas al margen de cualquier soberanía popular (parece lógico también pensar que esa condicionalidad fue la clave para levantar las oposiciones frontales de los sectores más reacios a cualquier intervención) .

Así mismo, el no solapamiento entre áreas permite entender alguna de las perversidades futuras del TTIP [14]. La ampliación del espacio de integración económica sin la correspondiente ampliación del área política-democrática para poder al menos regularlo es la garantía que blinda las consecuencias del TTIP: la rebaja de estándares, la estrategia competitiva a la baja, el descontrol democrático sobre los servicios públicos y un nuevo “constitucionalismo” que prioriza derechos de los inversores por encima de los derechos de los ciudadanos.

Las crisis del estado-nación que van apareciendo en distintos lugares de la UE(M) (en cada uno con expresiones y especificidades muy diferentes) son seguramente síntomas de estos disloques. No deberían pues desvincularse de la incapacidad de los estados-nación de dar respuesta a lo que antes daban.

Todo esto me lleva a una conclusión, que espero no se malinterprete. En la actualidad, con el actual estado de cosas, un poquito de TINA a escala estatal sí que hay (aquello del There Is No Alternative). Es evidente, por ejemplo, que a nivel estado-nación hay ciertos márgenes en el ámbito fiscal (relativa discrecionalidad de gastos e ingresos, y por supuesto una autopista en el combate del fraude fiscal) pero no ya la soberanía ni la capacidad de decisión que algunos quisieran. En sus inicios, los voceros de la derecha que iban con la letanía del TINA seguramente lo usaban a modo de justificación burda de sus políticas y con una evidente voluntad de profecía auto-cumplida. Otra cosa son los de hoy. Simplemente la derecha política y económica es acomodaticia a la situación, les es muy funcional y están encantados con la situación real de recorte y estrechamiento de los márgenes de actuación. Especialmente en los países de la periferia europea. Seguramente pues, para que podamos decir y hacer que “sí, hay alternativas”, tenemos que empezar a construir la alternativa a escala europea, que insisto una vez más, pasa necesariamente y previamente por la ecualización de marcos a ese nivel.


Principales retos para Europa

A mi entender, los principales retos políticos están en la dimensión europea. Permítanme pero que únicamente los liste ya que creo que debe ser la tarea principal de los partidos empezar a pensar colectivamente cómo abordarlos. Y seguramente parte de la confluencia deseable entre las fuerzas aquí representadas pasa también por pensarlo conjuntamente. Haríamos bien en admitir que, para la mayoría de ellos, aún no tenemos respuesta ni propuesta concreta. De momento, me conformaría con que empecemos a ver que éstas son las preguntas relevantes que nuestra cohorte (el conjunto humano que está viviendo estos tiempos, independientemente de su generación) debería hacerse.

            *Retos institucionales

-Cómo romper la grosse-koalition gobernante en Europa. Pre-condición necesaria para programas políticos y mayorías alternativas.

-Cómo componer la unidad (primero de acción y programática) de las familias de la izquierda roja y verde en la política europea.

            *Retos en la acción política

-Cómo acompañar y empujar (son tiempos excepcionales seguramente) las medidas expansivas y de estímulo fiscal (y monetario en el margen que quede) que sectores de la gobernanza europea empiezan a proponer. En este sentido quizás deberíamos empezar a disponer de un análisis fino de los matices que los distintos sectores expresan.

-En el supuesto que la izquierda alternativa alcance el gobierno en algún país, cómo ejercer inteligentemente el derecho de veto en el Consejo Europeo de forma que contribuya a reconducir orientaciones.

-Cómo dar respuesta a la urgencia social a escala europea, siendo cómo son en el mejor de los casos, lentos y en el largo plazo los cambios estructurales que entendemos que son necesarios.

            *Cambios en la hegemonía

-Empezar a preguntarnos con qué alianzas (cómo construimos el bloque histórico) entre distintos grupos sociales y con qué acuerdos políticos con otras mediaciones políticas (qué evidentemente están alejadas social, geográfica y políticamente de lo que aquí pretendemos representar) queremos vertebrar la construcción de una Europa federal-democrática y con unión fiscal y de transferencias. Éste es a mi entender El Reto en política de alianzas. Si es que entendemos que una Unión Europea con las áreas ecualizadas (es decir, una unión política federal-democrática, fiscal, económica, monetaria y bancaria) es una pre-condición necesaria para cualquier acción política democrática y de ejercicio de la soberanía popular. Sin embargo hay que asumir que en la actualidad significativos sectores liberales y de la democracia cristiana están encantados con el actual desajuste entre marcos, y que en las condiciones actuales de derrota de la izquierda social y política no ven ninguna necesidad de pactar (como sí había pasado en otros momentos históricos).

-Cómo revertimos la pulsión creciente al repliegue nacional que va apareciendo elección tras elección (este domingo pasado en Suecia y Alemania sin ir más lejos). Lo que conlleva, el cómo convertir en mayoritario la necesidad de ampliar las áreas fiscales, es decir, las áreas de transferencia o las áreas de solidaridad. Y el desmontaje ideológico de las concepciones fiscales insolidarias. Es decir cómo pasamos del repliegue nacional como propuesta de salida de la camisa de fuerza del trilema de Rodrik a una gobernanza democrática a escala europea (con los instrumentos fundamentales de cualquier estado-nación, eso sí, sin olvidar la consolidación e importancia de los estados-nación).

-Cómo construimos el demos europeo. Es un hecho que actualmente no existe. Las iniciativas top-down desde las instituciones europeas (movilidad, discursividad tipo “estamos en el mismo barco” o “compartimos valores,….”) bienvenidas sean pero no serán suficientes.  Así mismo, las políticas que favorezcan la solidaridad pueden crear vínculos por la vía de los hechos (aunque si no se hace cuidadosamente puede generar efecto rebote desde posiciones de repliegue). No hay recetas mágicas. Evidentemente pasa también por impulsar iniciativas políticas transnacionales. La propia acción política es un constructor formidable. Quizás también tendremos que tomar apuntes sobre cómo germinó de una forma rápida una identidad antifascista compartida y los vínculos de solidaridad (aunque el contexto fuese absolutamente diferente). Y así mismo empezar a tejer no institucionalmente redes de solidaridad compartidas para paliar algunas de las necesidades básicas no resueltas.

            *La UE y su política exterior

-Hemos visto como algunas de las principales intervenciones en política exterior de la UE (como bloque formal o informal) han contribuido al empeoramiento y degradación de la situación de los países a los que se pretendía “ayudar”. Ello nos lleva a varios retos, para los cuáles seguramente aún no tenemos los criterios y herramientas políticas que nos permitan establecer una propuesta coherente ex ante frente a la mayoría de conflictos desde unos valores de izquierda y desde la perspectiva de la UE. Cómo discriminar lo que pueden ser políticas legítimas para no perder áreas de influencia de lo que son políticas ofensivas para ganar áreas de influencia a costa de los equilibrios geoestratégicos. Cómo evitar los desarrollos imperialistas y de “regime change” de los conflictos que legítimamente podrían caer en el paraguas “responsability to protect” (actos de genocidio, limpieza étnica, crímenes de guerra y contra la humanidad).

            *Soldar el corto y el largo plazo

-Cómo construir una hoja de ruta gradualista compatible con las transformaciones profundas requeridas. Es decir, cómo hacer compatible una propuesta para la acción política inmediata como la Modest Proposal de Varoufakis, Galbraith y Holland [15] que no requiere una modificación de los tratados y que puede dar una respuesta inmediata a la situación de emergencia en la que estamos, con aquellas propuestas políticas más para el largo plazo que requieren una modificación profunda de los tratados [16] como es la propuesta-manifiesto para una unión política del euro, lanzada por Piketty, Rosanvallon y otros [17] y las propuestas para avanzar hacia una unión política y fiscal europea, lanzada por grupos de académicos como Glienicker [18] o Eiffel [19].




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